Si quieres sentirte bella,deja de comparar-te.

Cuando te atrevas a ser  respetuosa con tus peculiaridades, te darás cuenta de que eres bella por tu singularidad.

Sentirse bien en la propia piel es algo que debería ocurrir todos los días, pero de hecho, lo habitual suele ser que, entre unas cosas y otras, las pequeñas incidencias que flotan a nuestro alrededor como partículas en el aire nos vayan desgastando hasta que llega un momento en el que casi todos nos escuchamos decir: Tengo que desconectar, necesito un parón, no puedo más...


Eso de sentirse bien en la propia piel ha ido sacudiéndome como si fueran hitos, momentos estelares de la vida, en los que se toma consciencia, en un instante de hermosa lucidez, de lo que SOMOS por encima de lo que hacemos o de lo que tenemos. No ha sido nada que me haya propuesto como un reto a conseguir luchando por ello cada día, sino la tendencia natural de mi espíritu a calmarse, a dejar que la vida y las gentes sigan con sus historias a mi alrededor sin andar fijándome en lo que hacen ni en cómo lo hacen ni, lo más importante, pensando  en si me va a afectar a mí.


No quiero decir con esto que mi vida sea modelo de nada y mucho menos de pretendida perfección, me caigo y me levanto como cualquier hijo de vecino pero sí que he descubierto que  cuanto menos me preocupo de lo que hacen los demás, más tranquila me acuesto por las noches y más descansada me levanto por las mañanas. 



Cada día salen a la luz  nuevos pillos de guante blanco y nos rasgamos las vestiduras pidiendo a gritos –aunque sea en la barra del bar- justicia y vendetta (nada de clemencia). Las celebrities –con sus estupideces envenenadas por los medios de comunicación- ponen el contrapunto de despiste para que el personal tenga carnaza divertida que meterse entre pecho y espalda y pueda dar rienda suelta a la envidia, el cotilleo, la maledicencia. 

Toda esta forma de vivir absurda y vacía de contenido que se acepta como el pan nuestro de cada día, impide sentirse bien en la propia piel. Es lógico, no se puede bombardear espíritu, mente y corazón y pretender que haya paz y sosiego en la casa interior.


Aunque parece ser complicado ( para algunos), creo   que es posible  alejarse de toda esa bazofia,  mirando quizás con el rabillo del ojo lo esencial, pero apartando con un elegante manotazo la bobería cotidiana. 

Dejar de ver televisión basura, no leer prensa amarilla, no alimentar la carnaza morbosa, sería una forma de empezar a darse cuenta de que el valor personal está en ti misma y no depende de lo que se lleve, se diga o se haga en una red social. 

Cuidar la lengua cuando corre el riesgo de volverse viperina, evitar la compañía de personas que no nos aportan nada, cerrar la puerta a los pesados que vienen a nuestro espacio únicamente para contarnos su película . Ir poco a poco,  pero con determinación, limpiando nuestra órbita vital de basura galáctica, como esa que dicen que gira alrededor del planeta.


Y un buen día, sin esperarlo , sientes  desde lo más profundo de tu ser que asoma curioso un je ne se pas que,  al que no somos capaces de ponerle etiquetas, pero que va extendiéndose dulcemente por venas y arterias hasta llegar a mostrarse por cada uno de los poros de la piel en forma de amable aceptación del lugar que hemos elegido en este mundo para vivir nuestra vida cada cual a su propia manera. 

Y ya está. No hace falta mucho más. Entonces, a la vez que nos sentimos bien en nuestra propia piel, muchas cosas empiezan a carecer de importancia…


¿Te imaginas que una rosa quisiera dejar de serlo porque no nació margarita? 




Si eso sucediera no podríamos disfrutar de su perfume ni de su belleza.

Pués lo  mismo ocurre  cuando te miras al espejo y no  ves tu propia belleza.



Gracias por tu tiempo.

Mercedes.

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